Pregunta: Dígame algo que sea verdadero.
Respuesta: Hace años, en el pueblito de Uruguay donde vivo, tomaba grapas con El Chino, un descendiente de los indios Charrúas, medio artesano, medio jardinero y medio brujo. Conversábamos de esas cosas trascendentales que se hablan cuando se está borracho, y acabamos hablando de la verdad. Dije que la verdad no existía, porque era relativa. Él me miro con sus ojos finitos y dijo: "Sí que hay una verdad: pasarlo lindo".
(...)
P: ¿La verdad aunque duela, o tampoco hay que pasarse?
R: Yo la prefiero, pero también son válildas las mentiras para no lastimar.
P: Por ejemplo, en el amor.
R: Sí. Hay cosas que nadie quiere escuchar de la persona amada. Pero eso no es lo mismo que "ojos que no ven, corazón que no siente", que es una estafa.
P: Dígame una verdad que le haya hecho daño saber.
R: Que si mi médico me hubiese hecho una ecografía de rutina durante el embarazo hubiera sabido que tenía placenta previa y mi hija no se hubiera muerto en el parto.
P: ¿Y una verdad que le haya alegrado conocer?
R: Que la vida empieza a los 40.
P: Pues yo tengo 37. ¿No estoy vivo aún?
R: Claro que sí, hombre, pero que sepas que tendrás vida cuando los cumplas, y mucho después.
P: Me tranquiliza. ¿Hubo mentiras que le hicieron feliz?
R: Sí. Que las drogas y el alcohol son divertidos.
(...)
R: Yo he heredado de mi madre algo que mi marido llama sincericidio, que es una mezcla de sinceridad y suicidio y que a veces se parece peligrosamente a la maldad.
P: ¿Y no lo es?
R: Creo que no. Es una incontinencia del inconsciente, lo que tampoco es ninguna buena noticia.
(...)
R: Ni me acuerdo. Últimamente todos me dicen cosas maravillosas de mí misma.
P: ¿Y son verdad?
R: Por supuesto que no.